martes, 16 de abril de 2013

Diario de un alma errante.

Soy un empresario bueno ya no. Se me había olvidado el hecho de que hace unos días la empresa de mi ex jefe quebró y con todo ello mi felicidad se ha acabado pues no puedo aportar dinero a mi familia, que aunque no es muy grande, dependen de mi o mejor dicho dependían de mi.

Sí, sé que me queda el paro, pero yo no quiero decepcionarles quiero darles todo y cada uno de los caprichos que me pidan. Me he replanteado hacer trabajos pequeños, pero en esta época de crisis ya no queda ni eso. El único pensamiento que me invade es el miedo, ¿que podría hacer cuando todo este dinero que tengo ahorrado y el subsidio del paro se acabe? ¿Qué pasará con mi hipoteca? He llegado a pensar en cosas terribles, pero mejor olvidarlas...

[...] Un año después.

Encontré pequeños trabajos, recogiendo naranjas, limpiando casas...
Hasta mi mujer, la cual no está muy bien de salud, buscó pequeñas tareas...

Con el tiempo nos han quitado la casa, si en la familia estamos muy unidos, aunque todo parezca ir a peor y todos se han limpiado las manos y no nos quieren ayudar. Ni familiares, ni hermanos, primos ni siquiera amigos.

Pero he de decir que estoy orgulloso de tener una hija tan buena como ella, renunció a las "barbies" y ahora se conforma con leer libros que coge de la biblioteca del colegio.

A medida que pasan los meses, cada vez estoy más preocupado pues ya no es temporada de naranjas y nadie quiere que limpiemos nada. ¿Será cierto que tendré que recurrir a esas acciones infames?


-Pobre hija mía, lo mal que lo estará pasando.

Y una vez más me pregunto si mi papel como padre está yendo bien. Sé que ellas me quieren, pero yo no me siento realizado desde que todo esto ha pasado. Sé que muchos tienen situaciones peores pues solo me queda pensar en que sí saldremos adelante al menos aun conservamos un sentimiento básico y que como todos sabréis, es el amor.

[...] Medio año después...

Cuando pensabas que nada peor podía suceder..., resulta que el banco nos quito nuestra querida casa, llena de recuerdos, de sonrisas, de lágrimas. Me prometí recuperar la casa algún día. Con todo esto, perdí a mi mujer, pues como dije antes, ella estaba enferma y todo esto agravó su enfermedad para después partir, yo sé que en otra vida la encontraré y volveremos a estar juntos. Para Carla, mi hija esto fue un gran revés, pero sé que ella se guardaba los sentimientos para si misma, aunque era pequeña, ella entendía ya muchas cosas.

Yo casi siempre intentaba ser fuerte, ahora en cambio... soy muy débil, no puedo aguantar las lágrimas y la tristeza se cierne sobre mi, mi hija ha visto esto en mi, y no quiero que la afecte más de lo que es.

Rogué a mucha gente conocida si se podía hacer cargo de mi niña preciosa, lo que menos quería es que cogiera un trauma más grande del que tenía y empezará a descentrarse en los estudios, pues ella era perfecta a mis ojos.

Me recordaba a la versión más joven de su madre y me traía a la mente los preciosos recuerdos que su madre y yo construimos un día de hace treinta años.

Estuve un tiempo vagando por las calles, esperaba que mi hija estuviera bien con mi ex vecina, lo único que me faltaba es que me la quitaran los asistentes sociales.

Mientras pedía cosas básicas como una barra de pan y todo lo que hubiera y por haber, echaba de menos la comida de mi mujer, echaba de menos todas las sobras, si antes me quejaba de que no me gustaban los pimientos me podría comer millones de ellos pues ya no hago ascos a nada.

Y por fin y después de vagar sin rumbo apareció un pequeño atisbo de luz. En las calles, conocí un gran amigo lo que conseguíamos, lo compartíamos. Además nos contábamos todas las vivencias de nuestras vidas para desahogarnos.

Yo, nostálgico y con lágrimas en los ojos, le enseñaba la foto de mi hija todos los días, pues sabía que si la nombraba todos los días no me olvidaría de ella y aumentarían mis ansias de buscar trabajo

Pero ese día no tardó mucho en llegar, cuando más me había cansado de que me mirarán mal como si fuera un asesino, me avisaron para ir a trabajar de repartidor los fines de semana a un restaurante. Sé que no es mucho, pero por algo se empieza. Además con este pequeño dinero puedo comprarme ropa decente y visitar a mi hija. Había una razón clara de que no lo hiciera y es que no quería que me viera en esas terribles circunstancias, que no las desearía ni a mi peor enemigo

A día de hoy, intento que mi compañero de aventuras encuentre algo en que trabajar y soy feliz de volver a ver a mi hija y de ver que no me ha dejado de querer por haberle dejado con la señora María, pues ella es bastante caritativa, pero digamos que tampoco tiene mucho que dar . Como anécdota contaré que mi hija y según lo que me ha contado es que comía todos los días arroz con mayonesa.

-¿Qué mezcla horrenda es esa? ¿Por qué en vez de mayonesa no compra tomate frito? El caso es que ahora esas preguntas no me importan estoy feliz de que mi hija al menos tenga algo que llevarse a la boca.

Solo me queda decir que voy a luchar por todo lo que perdí y cuando lo recuperé prometo contarlo.


Diario de un alma errante
Dieciseis de abril del 2013